Ser madre es sinónimo de valentía

Arline Guadalupe Olivas acaba de defender su trabajo de culminación de estudios en la carrera de inglés en el núcleo San Juan de Río Coco de la Universidad en el Campo (UNICAM), siendo este, uno de los logros más significativos de su vida. Pero detrás de ese paso académico hay una historia marcada por esfuerzo, fe y valentía.

Madre de tres hijos —de 16, 9 y 2 años—, Arline ha enfrentado los retos de la maternidad en condiciones difíciles, sin rendirse, tanto así, que a pesar de que su hijo menor nació en circunstancias complejas, le devolvió la promesa de que en la vida siempre se encuentra una luz.

“Yo solo le pedí a Dios que me dejara verlo nacer… y aquí está, lleno de vida. Él es mi fuerza”, afirma Arline, con una mezcla de orgullo y gratitud.

El embarazo ocurrió mientras estudiaba en la universidad, un proceso riesgoso que la obligó a ser hospitalizada a los seis meses de gestación y durante esa etapa, mientras luchaba por la salud de su bebé, recibió una noticia que marcó su vida: su hermano había sido asesinado y ella estando postrada en una cama, bajo fuertes medicamentos, no pudo despedirse de él.

“Todo lo dejé en manos de Dios y le dije: que se haga tu voluntad”, dice entre lágrimas, mientras recuerda a su hermano, una figura indispensable en su vida, cuyo recuerdo aún le estremece el alma.

Su hijo nació antes de tiempo, pero con una fuerza que la sigue sorprendiendo. En ese pequeño ser que luchó por vivir desde el vientre, Arline ve reflejada su propia fe, esa que nunca la abandonó, incluso en los momentos más duros.

“Cada vez que lo miro, recuerdo que todo valió la pena… que no rendirme fue lo correcto”, dice con los ojos llenos de emoción.

Pero Arline no caminó sola, en esos días difíciles, encontró refugio y fuerza en su familia. Fue así como su madre quien, con firmeza y ternura, se convirtió en su pilar más fuerte, asumiendo responsabilidades que solo el amor puede sostener, brindándole acompañamiento incondicional para sostenerla cuando sus fuerzas tambaleaban y recordándole que cuando la familia se une, no hay carga imposible de levantar.

“Mi mamá ha sido mi motor, y mis hijos, mi impulso”, afirma con gratitud y los ojos llenos de reconocimiento.

Ese amor familiar se vio fortalecido por el acompañamiento educativo que recibió, ya que sus docentes no solo la evaluaron en lo académico, también la entendieron en lo humano, ofreciéndole apoyo emocional, animándola a no rendirse y buscaron las soluciones para que pudiera seguir adelante, incluso cuando estuvo hospitalizada

El acompañamiento fue constante y solidario, reflejo de un modelo que responde al compromiso de dignificar a la mujer, asegurar el acceso equitativo a la educación y transformar realidades, enmarcado en las políticas públicas del buen Gobierno de Reconciliación y Unidad.

“Cuando sentí que todo se me venía abajo, ahí estuvieron mis docentes con sus palabras y mis compañeros de clases con su ánimo y comprensión”, expresa Arline.

 A pesar de las difíciles circunstancias, Arline nunca se detuvo; avanzó con la firme convicción de que su familia era el motor que la impulsaba a seguir. Hoy, al concluir esta importante etapa de sus estudios, tiene un mensaje claro y esperanzador para todas las mujeres que, como ella, luchan por salir adelante.

“Quiero decirles a todas las mamás que estén pasando por dificultades, que no pierdan la esperanza, sé que no es fácil, pero con fe, amor y apoyo se puede salir adelante, que se levanten cada día, que crean en ellas y en sus sueños, porque somos capaces de vencer cualquier obstáculo.”

La historia de Arline es un homenaje vivo a todas las mujeres revolucionarias que, con amor y coraje, construyen día a día un país más justo y lleno de esperanza, enseñándonos que, aunque la vida nos ponga desafíos que a simple vista parecen imposibles de superar, siempre hay un sostén, un refugio en el amor de la familia, en el apoyo sincero de los amigos y en la solidaridad de quienes creen en nosotros.